Karen Torres, un ejemplo del talante de las mujeres casanareñas

Fuente tomada de un reportaje realizado por Martha Cifuentes y publicado en www.marthacifuentes.com

“Los sueños sí se cumplen… Desde los ocho años soñaba con estudiar en la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito. Recuerdo que siempre trabajé y me esforcé en ello, toqué puertas, estudié y a pesar de los obstáculos y de que me decían que las mujeres no podíamos sabía que lo podía hacer y lo hice”, afirma la tauramenera Karen Vanessa Torres Cachay, ingeniera civil, actualmente vinculada a la empresa GeoPark desde hace cerca de dos años.

Como la vida de muchas mujeres la suya no ha sido un lecho de rosas. Hija de unos amorosos e incondicionales padres, María del Tránsito Cachay López y Vicsolun Torres Mora, percibió desde muy pequeña como ellos hacían lo que “tocara para sobrevivir y mantener ocho hijos”, desde trabajar en oficios varios, servicios domésticos, lavado de casas, ser obreros, agricultores hasta ser comerciantes y restauranteros, entre otras actividades. No se amilanaban con nada. Esto le enseñaría que en la vida hay que luchar y perseverar para cumplir con lo soñado.

Estudió en el colegio José María Córdoba de Tauramena de donde se graduó como bachiller en el año 2013. Recuerda que fue una buena estudiante a la que le gustaban las matemáticas.

Con muchísimo esfuerzo sus padres le ofrecieron la posibilidad de estudiar en Unitrópico en Yopal, cuando esta institución todavía era de carácter privado. Tenía casi la certeza que podía cursar un semestre, pero no habría recursos para los demás. Ahí apareció la oportunidad que le cambiaría su vida.

En un fin de semana a mediados del semestre, durante el que visitaba a sus papás en Tauramena, sus ojos encontraron un aviso que le llamó inmediatamente la atención. Era de la empresa GeoPark que realizaba una convocatoria para mujeres que quisieran estudiar becadas. No lo dudó un instante y se presentó.

Entre más de 600 aspirantes ser escogida no era una tarea fácil, pero ella se postuló segura de que iba a lograrlo. Presentó los requisitos exigidos, sus registros académicos y una carta donde manifestaba las razones por las cuáles debía ser beneficiaria de esta oportunidad. Plasmó que ella era el perfil que estaban buscando, mujer emprendedora, guerrera y que siempre había querido ser ingeniera civil.

Karen con una energía desbordada en la entrevista convenció a los evaluadores y junto con otras dos jóvenes de Paz de Ariporo logró la anhelada beca de estudios. Este fue uno de los pasos dados para llegar a la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito en Bogotá. La fría ciudad contrastaba con la cálida Tauramena, pero rápidamente se acostumbró. A la brava aprendió a cocinar, lavar, tomar buses y moverse por la enorme ciudad.

Los primeros cinco semestres fueron de mucha exigencia académica porque en su colegio de bachillerato no había recibido clases de cálculo y le tocaba esforzarse el doble para aprender y no rezagarse. Tampoco tenía computador. Le tocaba sí o sí irse bien temprano para los centros de computadores de la universidad y aprovechar a estudiar allí. Si bien contaba con un subsidio de sostenimiento, tenía que ayudarse realizando trabajos académicos o de mesera los fines de semana.

A partir del sexto semestre las condiciones económicas del subsidio mejoraron y además de estudiar se hizo voluntaria en la organización Techo, dedicada a mejorar las condiciones de vida de población vulnerable mediante la construcción y mejoramiento de viviendas. Karen se enfocó en ayudar a los niños y jóvenes a través de una cátedra de paz, de diálogo y de construcción de proyectos de vida. Recuerda ir hasta Soacha, al sur de la ciudad, a sensibilizar a los chicos del barrio, quienes tenían grandes precariedades socioeconómicas. Esta actividad le ayudó a crecer y conocer más de cerca la necesidad de miles de colombianos.

Durante su proceso de estudiante no olvida momentos muy especiales con funcionarios de GeoPark, con quienes departían al menos una vez en el semestre.  En estos se reunían las becarias, charlaban, contaban sus cuitas buenas y malas y por supuesto daban a conocer sus logros académicos y universitarios. Eran encuentros muy catárticos que las llenaban de mucha energía para continuar en sus actividades.

Karen se graduó en 2022. Ahí parecía haber concluido su relación con GeoPark, pero la vida le tenía más sorpresas relacionadas con esta firma. De regreso a su natal Tauramena a través de una bolsa de empleo local encontró una convocatoria laboral para desempeñarse como Junior Civil en esta petrolera. Las condiciones parecían diseñadas para ella: cero experiencia, recién graduada, manejo de herramientas ofimáticas y don de gentes. La vida nuevamente la sorprendió cuando fue elegida para el cargo.

Aunque inicialmente era por un año, su buen desempeño permitió una prórroga en el contrato. Y como es bastante inquieta, alterna su labor en GeoPark con una firma de consultoría y construcción que creó con un socio arquitecto. Pero, además, como buena mujer multitarea, le alcanza el tiempo para un voluntariado. Fundó el año pasado el nodo de la Red Nacional de Jóvenes de Ambiente. A través de este se buscan acciones para conservar el medio ambiente y se empodera a los jóvenes en proyectos ambientales.

Para Karen, GeoPark, literalmente, le cambió la vida. Si no se hubiera ganado esa beca el camino habría sido mucho más difícil. Seguramente lo habría logrado, pero a través de sinuosas vías. Sus sueños no paran y Karen desea seguir preparándose por lo que ya se presentó a una beca de Colfuturo para estudiar en Australia un posgrado. Y si no lo logra en esta oportunidad seguirá intentando porque sabe que en la vida para conseguir los proyectos hay que persistir. Como Karen cientos de mujeres casanareñas son ejemplo de empuje, valentía y fuerza, y su ímpetu hoy más que nunca es aplaudido.